Una noche en blanco, rosas y jazz: la boda de Julia y Borja, un suspiro Old Hollywood en Valencia

En un momento en el que las bodas buscan constantemente sorprender, Julia y Borja supieron mirar atrás para mirar hacia delante. La suya fue una celebración cargada de significado, belleza y equilibrio, donde cada detalle —de los más visibles a los más sutiles— hablaba de ellos.

Celebrada en la mágica Vallesa de Mandor by Gourmet Catering & Eventos, rodeada de jardines centenarios y arquitectura señorial, esta boda nocturna fue un manifiesto de sofisticación minimalista con aires de cine clásico. Un homenaje a lo esencial, a lo eterno, y, por supuesto, al amor. Desde el primer momento, lo tuvieron claro: querían una boda de noche. Para ellos, los atardeceres tienen algo sagrado. Quizás porque todo empieza a calmarse, o porque todo empieza, simplemente. En diciembre, durante una visita sin expectativas, descubrieron Vallesa de Mandor by Gourmet Catering & Eventos al caer el sol… y ya no hubo marcha atrás.
Aunque la idea inicial era celebrar su boda junto al mar, la imponente presencia de la finca les conquistó. Con sus líneas simétricas, sus pinos infinitos y esa luz tan propia del Mediterráneo, supieron que allí escribirían su historia.

El escenario: entre arquitectura, música y luz

La ceremonia religiosa tuvo lugar en la iglesia de Dominicos, el colegio al que fue Julia. Un lugar que, para ella, tiene aroma a infancia, a raíces y a familia. Pero fue al caer el sol cuando la celebración alcanzó su clímax. Los invitados fueron guiados hacia los jardines de Vallesa de Mandor by Gourmet Catering & Eventos, donde les esperaba una cena al aire libre bajo un cielo suspendido de magia. Literalmente.

Velas blancas, rosas, juegos de espejos y lámparas de araña suspendidas sobre las mesas: una mezcla entre un cuento de hadas y un baile de gala de los años 40. Una puesta en escena que lograba un equilibrio perfecto entre la elegancia escénica y la contención moderna. Todo orquestado con una clara inspiración: el glamour del Old Hollywood reinterpretado bajo la luz suave del Mediterráneo.
Un piano de cola acompañó la cena con melodías en directo, sumergiendo a los invitados en una atmósfera de película. Nada era excesivo, pero todo tenía fuerza. La belleza sin esfuerzo que solo los clásicos bien ejecutados pueden lograr.

Flores con historia.

Si hay una flor que ha acompañado la historia de Julia y Borja, esa es la rosa blanca. Cada cumpleaños, Borja le regalaba un ramo. Y ella, como quien guarda cartas de amor, fue secando y conservando todos los pétalos. Esos pétalos, símbolo de cada año juntos, fueron los que los invitados lanzaron a los recién casados a la salida de la iglesia. Pocos gestos tan íntimos han tenido tanta poesía.
En la decoración floral —a cargo de El Taller de Clo— las rosas blancas fueron el hilo conductor, combinadas con verdes naturales, frutas, esculturas botánicas y velas a diferentes alturas. El resultado: mesas que parecían bodegones vivientes, y una cena donde el romanticismo respiraba entre copas, hojas y luz cálida. Nada recargado, todo con intención.

Gourmet Catering & Eventos: cuando el sabor también emociona

Uno de los grandes aciertos de Julia y Borja fue confiar el banquete a Gourmet Catering & Eventos, una firma en la que ya habían confiado amigos cercanos y que para ellos era sinónimo de excelencia. Desde el primer momento, el equipo entendió la visión de los novios: un menú que emocionara, que sorprendiera por su sabor y, sobre todo, que estuviese a la altura de una noche tan especial.
Y así fue. Los invitados no tardaron en comentarlo. Durante la cena, Julia recuerda cómo muchos se acercaron expresamente para felicitarles por la calidad de la carne, destacando lo difícil que es que un plato principal llegue en su punto exacto cuando se sirve a tantas personas a la vez. “Lo consiguieron. Y no solo eso: estaba deliciosa”, cuenta Julia.
El menú comenzó con una propuesta de aperitivos que reflejaban su historia como pareja: no faltaron las ostras frescas, un claro homenaje a su ritual semanal de los jueves —vino y ostras en Ostras Pedrín— que quisieron compartir con todos. El plato principal fue una carne jugosa, impecablemente servida, y el cierre, una torrija que conquistó hasta a los menos dulceros. El postre favorito del novio, convertido en broche de oro.

Dress code con alma americana

El novio, Borja, lució un esmoquin impecable. Y no fue casual. La elección del black tie fue un gesto lleno de significado. Años atrás, el hermano de Julia también se casó en Valencia con este código de vestimenta, inspirado por su conexión con Miami. Esta vez, fue Borja quien retomó la tradición, imponiendo un dress code elegante, masculino y cinematográfico. Los invitados respondieron a la perfección, convirtiendo el jardín en una pasarela de sobriedad estilizada.

Pequeños detalles, grandes gestos

Más allá de la estética y la música, Julia y Borja quisieron que su boda hablase también de valores. Cada invitado encontró su sitio en la mesa gracias a una concha de ostra personalizada que la pareja fue guardando durante sus citas semanales a lo largo de los dos últimos años.
Y como recuerdo, no entregaron cualquier detalle: encargaron platitos de pan de cerámica artesanal con las iniciales de cada invitado, elaborados por un centro ocupacional. Un gesto consciente, personalizado y con trasfondo social. El tipo de regalo que no se olvida.

Una boda que no quiso ser una más

La de Julia y Borja no fue una boda de tendencias. Fue una boda de emociones reales, de memoria, de belleza y de decisiones hechas con alma. Una noche donde el minimalismo fue sofisticado, los clásicos se reinventaron y cada gesto tuvo peso.
En un momento en el que todo parece ya inventado, ellos demostraron que lo realmente inolvidable no es lo nuevo, sino lo verdadero.

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